miércoles, 15 de julio de 2009

HISTORIAS PARA CONTAR


EL BANQUETE NUPCIAL DE LA PRINCESA

Un padre hizo la siguiente pregunta a sus dos únicas hijas:

-Según vuestra opinión hijas mías, ¿Cuál, pensáis, es la cosa más dulce que hay en el mundo?
-¡El azúcar! –dijo, sin dudar, la hija mayor.
- ¡La sal!-contestó, sin titubear, la otra.

El padre, al escuchar esta última respuesta, se imaginó que su hija menor se burlaba de él; pero la hermosa joven, segura de su respuesta, sostuvo su opinión, originando acalorada discusión que provocó la ira del autor de sus días, llegando al fin, éste, en lo máximo de su disgusto, a echar a su hija del hogar diciéndole.
-Ya que sostienes, en tu capricho, que la sal es más dulce que el azúcar, busca otra casa en donde los manjares sean más de tu agrado.


La niña entristecida por el cariz que tomaba la discusión, no tuvo más que abandonar la casa paterna. Después de este contratiempo, vagó por el campo en una hermosa noche de verano; y al llegar al bosque, se puso a cantar dulcemente.

Un príncipe, que se había extraviado en una partida de caza, oyó su voz y se le acercó para indagar por el camino. Al observarla con mayor atención vio que era hermosa y de singular frescura, por lo que, prendado por su belleza, la llevó a palacio para hacerla su esposa.

La novia, recordando su pasada amargura, invitó a su padre al banquete nupcial y, sin identificarse, ordenó que algunos manjares fueran guisados sin sal, cosa que, por supuesto disgustó a los comensales, murmurando por lo bajo:

-¡No han echado sal en esta comida!

-¡Ah!, - exclamó el padre de la novia- la sal es la cosa más dulce del mundo. Sin embargo, cuando mi hija me lo afirmaba, la eché disgustado de mi casa- ¡Oh!, si la viese de nuevo, le manifestaría cuán arrepentido estoy de haber cometido tan terrible injusticia!


La desposada, entonces, se levantó el velo que cubría su rostro y, volviéndose cariñosamente hacia su padre, le dio un beso. Su padre, con lágrimas en los ojos, le pidió perdón, que la princesa no tardó en concederlo.

A continuación se sirvieron platos de carne, caza y pescado debidamente sazonados con sal, prosiguiendo el banquete nupcial que dejó satisfechos a todos los invitados e, inclusive, al arrepentido padre.

Tomado del libro “Cuentos escogidos”, autor anónimo.

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